El Arroyo

La historia de un arroyo, hasta la del m嫳 peque隳 que nace y se pierde entre el musgo, es la historia del infinito. Sus gotas centelleantes han atravesado el granito, la roca calc嫫ea y la arcilla; han sido nieve sobre la cumbre del fr甐 monte, mol嶰ula de vapor en la nube, blanca espuma en las erizadas olas. El sol, en su carrera diaria, las ha hecho resplandecer con hermosos reflejos; la p嫮ida luz de la luna las ha irisado apenas perceptiblemente; el rayo la ha convertido en hidr鏬eno y ox璲eno, y luego, en un nuevo choque, ha hecho descender en forma de lluvia sus elementos primitivos. Todos los agentes de la atm鏀fera y el espacio y todas las fuerzas c鏀micas, han trabajado en concierto para modificar incesantemente el aspecto y la posici鏮 de la imperceptible gota; ?su vez, ella misma es un mundo como los astros enormes que dan vueltas por los cielos, y su 鏎bita se desenvuelve de cielo en cielo eternamente y sin reposo. Toda nuestra imaginaci鏮 no basta para abarcar en su conjunto el circuito de la gota y por eso nos limitamos ?seguirla en su curso y su ca獮a, desde su aparici鏮 en la fuente, hasta mezclarse con el agua del caudaloso r甐 y el oc嶧no inmenso. Como seres d嶵iles, intentamos medir la naturaleza con nuestra propia talla; cada uno de sus fen鏔enos se resume para nosotros en un peque隳 nero de impresiones que hemos sentido. Qu?es el arroyo, sino el sitio hermoso y apacible donde hemos visto correr el agua cristalina bajo la sombra de los 嫮amos, balancearse sus hierbas largas como serpentinas y temblar agitados los juncos de sus islitas? La orilla florida donde goz墎amos acost嫕donos al sol, so鎙ndo en la libertad, el sendero tortuoso que bordea el margen y que nosotros seguimos con paso lento contemplando el curso del agua, la arista de la piedra desde la cual el agua unida en apretado haz se precipita en cascada ?se deshace en espuma; he ah?lo que en nuestro recuerdo es el arroyo, casi con toda su infinita y compleja naturaleza, puesto